La consciencia dió a los hombres la abstracción, y ésta la creatividad, la metáfora y el símil. Con ello, la humanidad evolucionó en una escala distinta a la biológica. Distinta a la que Dios había dictado para ellos en un principio.
La ropa, el fuego, un idioma aprendido de los ángeles, el arte... los Elohim desplegaron todas sus posibilidades para perfeccionar al hombre en un mundo perfecto. Pero eso no debió de gustar a Dios.
Cuando amaneció el nuevo día sobre los logros del hombre, vino acompañado de una vanguardia de ángeles ecabezados por Miguel, la nueva Voz de Dios. Éste ordenó a Eva y Adán que rehusaran los conocimientos y dones de los Rebeldes y Dios los volvería a aceptar en Su seno. En cuanto a los propios Elohim disidentes, serían reducidos a cenizas por su insurrección.
Lucifer, altivo, rehusó volver para ser ajusticiado sin más explicaciones y la primera batalla entre ángeles tuvo lugar. Sin embargo, el mal no existía por aquel entonces y la lucha fue detenida cuando en ambos contendientes quedó claro que el Lucero era muy superior a Miguel. Sin heridas, sólo honor.
Cuando Miguel, derrotado, pidió respuesta a los hombres éstos reafirmaron su amistad con aquellos que los habían sacado del ostracismo y la ignorancia. Y Lucifer lloró de alegría.
No toda la humanidad eligió como Adán y Eva. Una parte, liderada por Abel, se cuestionó adorar a Dios, ya que Él había creado a sus benefactores. Obedeció junto a los suyos y, ciegamente, su fe le llevó a Dios. Sus ángeles los restauraron y borraron de sus mentes lo que habían visto, lo que no duró mucho, ya que la conciencia es contegiosa y cuando ambas tribus se unieron en la lucha a los Elohim, los que no pudieron volver a la abstracción eran predecibles y, por tanto, presas.
Entonces, Miguel decretó el Castigo divino por el cual los rebeldes dejarían de volver a llamarse Ángeles y la Creación sufriría por su desobediencia. Los castigó a todos con un mundo desolador, excepto a la casa de Lucifer, los Diablos, a quién dejó el castigo de no ser castigados. Tras esto, se marchó replegando en formación defensiva a la Hueste entorno a los humanos leales a Dios. Y entonces llegó el fuego del Cielo, el fin del Paraíso, la Cólera de Dios.
Se ordenaron 7 filas de Elohim para filtrar el toque de Su Divinidad sin riesgo y lo infinito tocó lo finito. El caos entró como un torrente en los engranajes de la naturaleza, replegando unas facetas sobre otras y la entropía hirió de muerte el universo, convirtiéndolo en lo que hoy vemos.
La Guerra aún habría de librarse, pero entonces deberían haber sabido que estaban condenados.
La ropa, el fuego, un idioma aprendido de los ángeles, el arte... los Elohim desplegaron todas sus posibilidades para perfeccionar al hombre en un mundo perfecto. Pero eso no debió de gustar a Dios.
Cuando amaneció el nuevo día sobre los logros del hombre, vino acompañado de una vanguardia de ángeles ecabezados por Miguel, la nueva Voz de Dios. Éste ordenó a Eva y Adán que rehusaran los conocimientos y dones de los Rebeldes y Dios los volvería a aceptar en Su seno. En cuanto a los propios Elohim disidentes, serían reducidos a cenizas por su insurrección.
Lucifer, altivo, rehusó volver para ser ajusticiado sin más explicaciones y la primera batalla entre ángeles tuvo lugar. Sin embargo, el mal no existía por aquel entonces y la lucha fue detenida cuando en ambos contendientes quedó claro que el Lucero era muy superior a Miguel. Sin heridas, sólo honor.
Cuando Miguel, derrotado, pidió respuesta a los hombres éstos reafirmaron su amistad con aquellos que los habían sacado del ostracismo y la ignorancia. Y Lucifer lloró de alegría.
No toda la humanidad eligió como Adán y Eva. Una parte, liderada por Abel, se cuestionó adorar a Dios, ya que Él había creado a sus benefactores. Obedeció junto a los suyos y, ciegamente, su fe le llevó a Dios. Sus ángeles los restauraron y borraron de sus mentes lo que habían visto, lo que no duró mucho, ya que la conciencia es contegiosa y cuando ambas tribus se unieron en la lucha a los Elohim, los que no pudieron volver a la abstracción eran predecibles y, por tanto, presas.
Entonces, Miguel decretó el Castigo divino por el cual los rebeldes dejarían de volver a llamarse Ángeles y la Creación sufriría por su desobediencia. Los castigó a todos con un mundo desolador, excepto a la casa de Lucifer, los Diablos, a quién dejó el castigo de no ser castigados. Tras esto, se marchó replegando en formación defensiva a la Hueste entorno a los humanos leales a Dios. Y entonces llegó el fuego del Cielo, el fin del Paraíso, la Cólera de Dios.
Se ordenaron 7 filas de Elohim para filtrar el toque de Su Divinidad sin riesgo y lo infinito tocó lo finito. El caos entró como un torrente en los engranajes de la naturaleza, replegando unas facetas sobre otras y la entropía hirió de muerte el universo, convirtiéndolo en lo que hoy vemos.
La Guerra aún habría de librarse, pero entonces deberían haber sabido que estaban condenados.
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